es un proceso que
se inicia con el nacimiento y dura toda la vida y que debería involucrar a todas las instituciones sociales.
La sexualidad no solo educable, sino cultivable y promocionable en todas sus múltiples dimensiones: procreativas, comunicacionales, relacionales y, por supuesto, lúdicas.
El modelo preventivista de Educación Sexual se ha mostrado ineficaz, incluso para aquello que pretendía, prevenir los mensajes sobre consecuencias no deseadas en el encuentro sexual.
El miedo es una mala estrategia educativa.
El deseo, las expectativas por razón de sexo (género), nos colocan no poca veces ante situaciones que hemos de resolver con una preocupante angustia y un grave desconocimiento de nuestras auténticas posibilidades eróticas y placenteras.
Todos educamos sexualmente, todos educamos en general. Aun en el más absoluto de los silencios sobre cualquier tema, estamos trasmitiendo un mensaje perfectamente entendible: de esto no se habla. La pregunta siguiente es: ¿Por qué no se habla de esto? Las respuestas son variadas pero ninguna de las que nos damos nos tranquiliza, y lo que es peor, ninguna de las que obtenemos nos enseña.